Sinopsis: Un aventurero llega a un templo derruido con una misión de hace decadas.
Número
de palabras: 1270
Clasificación: B
Género: Fantasía, Aventura
Comentario: Tenía que escribir un capitulo o algo parecido para mi taller de creación literaria, terminé escribiendo esto.
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Se acercaba una tormenta y James
no tenía tiempo de alejarse de ella. Tenía dos opciones: correr el riesgo de
que un fuerte viento lo tirase por el acantilado, o recorrer el laberinto lleno
de horrores que era el interior del templo. Su arnés comenzaba a fallarle y en
cualquier momento se cortaría la cuerda. Miró hacía abajo, hacía el mar
tempestuoso que azotaba contra las enormes piedras blancas. Tomó su mochila y
se la amarró fuertemente con un trozo de cuerda suelta y se impulsó hacia la
entrada al templo más cercana.
Sacó una linterna y comenzó a
recorrer las ruinas. Los pasillos estaban decorados con hermosos azulejos
retacados con imágenes y aunque a punto de colapsar era uno de los lugares más
hermosos de todas las tierras conocidas.
James ya era un hombre viejo,
mucho, mucho más viejo que cualquier otro aventurero. Llevaba varias décadas
retirado y su agilidad lo confirmaba. Se movía lento a través de los túneles, y
sin embargo lograba mantener una determinación y un paso tan firme que
resultaban en darle la apariencia de una pantera. Sus ojos caídos y cansados
apenas podían ver através de la oscuridad y cada tantos pasos una horrenda tos
lo interrumpía, rogándole que se sentase a descansar. Aún así no paraba, seguía
recorriendo el laberinto.
De entre la oscuridad salían
ruidos monstruosos. Rugidos y alaridos que erizaban su piel. De pronto todos
los sonidos callaron, justo cuando había llegado a un enorme vestíbulo con
varias puertas. Lentamente se comenzó a escuchar algo distinto… como si miles
de piedras cayeran al suelo de pronto. El ruido se empezó a hacer más y más
fuerte y más y más cercano. Una de las pertas salió disparada a la pared y se
deshizo en miles de astillas y através de su umbral miles de animales salieron
huyendo despavoridos. James había sacado su escopeta, pero al ver la cantidad
de bestias que se dirigían hacía él retrocedió hasta topar con la pared que
quedaba a su espalda, se encogió sobre sí mismo y espero a que todo acabase.
Los animales lo pasaron por alto sin siquiera notar que ahí se encontraba y
lentamente fueron desapareciendo através de las otras puertas. De nuevo reinó
el silencio por unos segundos. James esperó con el corazón en la garganta. Un
enorme alarido, potente, cercano, monstruoso, sacudió el templo entero tirando
piedras y rompiendo paredes. James se incorporó y miró la puerta por donde
habían escapado los animales.
- Sigues aquí, bestia. – Dijo
para sí mismo y comenzó a avanzar.
De nuevo aquel rugido horrendo
sacudió el templo. Era chillante, como uñas rasgando un pizarrón. James no se
inmutó. Caminaba por entre las ruinas, tratando de evitar caer a los ríos
subterráneos que comenzaban a ser visibles através del suelo roto del lugar.
Había algunos pasillos de los cuales no quedaba más que unas cuantas tablas y
el viejo aventurero tenía que atravesarlos con su puro equilibrio. Conforme más
avanzaba más difícil se volvía seguir adelante, pero nada lo detenía. Ni
siquiera esos restos espeluznantes de lo que parecían ser enorme tentáculos
incrustados en la pared. Ni si quiera el hecho de que todavía se movían.
Cada vez iba más adentro del
templo y cada vez aumentaban más y más los tentáculos, todos ellos apuñalados y
pegados a la pared con estacas y piedras y todos ellos moviéndose con
espeluznantes palpitaciones acompañadas por alaridos provenientes del fondo de
las ruinas.
Finalmente James logró llegar a
una enorme y gloriosa cámara en el fondo del templo. En el techo había una
cúpula adornada con escenas de guerra y con un enorme kraken justo en el
centro, izquierda y derecha había un par de caídas de agua y al fondo había un
enorme portal por donde continuaba el templo, en medio había un puente delgado
y fino a punto de venirse abajo. Otro alarido bestial sacudió el lugar, un
alarido que provenía del fondo de ese mismo lugar. James comenzó a avanzar
sobre el puente.
Los alaridos continuaron, cada
vez haciéndose más fuertes, más dolorosos, más monstruosos. James llegó a la
mitad del camino y miró hacía abajo. Una bestia enorme, llena de escamas
cubiertas de fango y sangre, con unos monstruosos colmillos y unos ojos rojos
como el rubí se encontraba tirada al fondo del templo. Estaba rodeada por sus
propios tentáculos despedazados y a medio de descomponerse. Tenía unas enormes
piedras encima que no le permitían moverse y varios troncos y tablas encajadas
en su cuerpo. Cuando vio a James sus rugidos parecían hablar y reclamarle con
el odio más intenso que esa criatura hubiese sentido jamás por todo aquellos
que ese hombre le había hecho.
- ¡Ya estoy aquí! – Le gritó el
aventurero. - ¡¡¡He regresado para que te vengues!!!
La bestia le contestó con un odio
agudo y estruendoso.
- ¡¡¡Ya no me queda nada!!!
¡¡¡Ven y trágame!!!
Pero el monstruo no se movió.
James, enfurecido golpeó el puente de piedra hasta sacarse sangre de sus
nudillos y lagrimas de los ojos, casi rogándole a la bestia que fuese por él.
La bestia había callado y era como si el silencio y la oscuridad lo estuviesen
engullendo lentamente cuando de pronto el templo entero volvió a temblar más
fuerte y durante más tiempo que ninguna de las veces anteriores. La bestia
había despertado de su sueño y comenzaba a arrancar sus tentáculos de las
paredes, haciendo explotar todo en miles de pedazos. Rugía como nunca y
comenzaba a incorporarse, lista para llevar acabo su venganza. James e levantó
emocionado y comenzó a correr hasta llegar al otro lado del puente.
- ¡Ven por mi, como lo hiciste
hace años monstruo!
Llegó hasta el fondo de la cámara
y se detuvo para mirar si la bestia lo seguía. Se había detenido el estruendo,
pero apenas pasaron unos segundos uno de los enormes y monstruosos rugidos de
la bestia sacudió de nuevo al aventurero y decenas de tentáculos viscosos y
ensangrentados salieron disparados desde el fondo donde yacía la bestia,
destruyendo todo lo que se encontraba a su paso. De pronto la cabeza de ojos
rojos se asomó con su cuerpo finalmente ayudándole a erguirse después de años.
James lo vio todo con asombro, nostalgia y miedo; su cuerpo se atrofió por unos
segundos y finalmente volvió a correr, escapando de la monstruosa bestia que
venía detrás de él.
Todo el templo comenzaba a
deshacerse a sus espaldas y el monstruo iba rugiendo fuertemente mientras se
acercaba a él más y más. Los tentáculos pasaban a su lado, cada vez más cerca
de matarlo hasta que finalmente James logró llegar al verdadero final del
templo. Era otra cámara enorme con cada una de las paredes decoradas con
pinturas hermosas y en el centro había dos cosas. Una de ellas hizo llorar a
James, la otra le dio el alivio que tanto necesitaba. Se acercó a la primera. Era
un cadáver, un viejo y consumido cadáver que llevaba años ahí. Lo tomo en sus brazos
y las lagrimas corrieron como ríos sobre sus mejillas.
- Ya estoy aquí amigo. Cumplí mi
promesa. Regresé por ti. – Susurró suavemente.
El monstruo estaba a punto de
llegar y el suelo a sus pies comenzaba a temblar. Se incorporó y miró la
segunda cosa: un altar al que le faltaba algo. Tomó su mochila y sacó una
esfera de oro. Sus manos le temblaban y sus piernas aún más, se acercó hasta el
altar y justo cuando estaba colocando la esfera, el monstruo irrumpió detrás de
él con un rugido final antes de abalanzarse sobre el aventurero.