miércoles, 22 de octubre de 2014

Sobre el presente

Sinopsis: Poema, sobre cosas que están ocurriendo. 
Número de palabras: 270
Clasificación: C
Género: poema
Comentario: Desde hace días que apenas me conecto a internet y me hierve la sangre por ver las cosas que están pasando (con respecto a Ayotzinapa, las protestas y los sucesos en mi país). Me avergüenza ver las reacciones de ciertas personas, y me desespera ver la inacción y pasividad de otras. Pero no tengo demasiado poder o influencia como para determinar que las cosas cambien, así que me he conformado con escribir un poema, pues como artista, o contadora de historias o lo que sea que soy, es una de las pocas cosas sobre las cuales tengo poder. Espero resuene en algunos.
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Hay unas manos manchadas con sangre
Dedos que desgarraron piel
Y que sintieron venas latir
Y hueso quebrarse
Mientras todo se llenaba de alaridos de dolor

Esas manos danzan en el aire
Libres del odio que se merecen
Pues nadie detiene al culpable

Quienes buscan al dueño lloran
Gritan y patalean
En una crisis infinita
Con sangre hirviendo, llena de dolor
Pues sólo tienen un rastro carmesí como pista

Y luego hay quien grita
Y quien exige justicia
Pide supuesta corrección
Hay quien exige
Que se limpie el rastro de sangre
Pues ensucia el callejón
Y que se callen los llantos
Pues el ruido es estremecedor

Dicen buscar justicia
Más viven en la ironía
¿Qué más queda en este mundo,
lleno de sangre y dolor?

Al parecer el orden es el progreso
Y los mártires no merecen amor

Es estremecedor

El mundo está girando, lleno de inquisición
Almas que no deberían de ser espíritus
Se han quedado atadas en juventud eterna
Extirpadas de su vida
Pasan penurias, llenas de dolor

Pero el caos es feo
Y la muerte no exige dolor
La misericordia se dirige a aquellos pocos
Que no pueden justificar sus retrasos
Y la ira se vuelca en aquellos que ya están hirviendo
Porque el fuego y el humo dan miedo

Esta es su ironía
Esta es su realidad
De aquellos que no ven
Que el mundo duele más allá de su propio ser

La sangre mancha el piso
Y produce escalofrío a quien la ve
A quien cae en el charco carmesí
Dejado como huella de quien estuvo aquí
Pero tuvo que marcharse

Para ya nunca seguir

sábado, 20 de septiembre de 2014

Los Peces Gato

Sinopsis: La historia de un gatito extraño. 
Número de palabras: 572
Clasificación: A
GéneroCuento, infantil
Comentario: No tengo mucho que decir sobre este... pero creo que es un buen cuento para antes de dormir ;)
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Había una vez, en casa de una viejecita amable y cariñosa, una familia de gatos. Todos eran gatos extremadamente felices, juguetones y traviesos. Unos naranjas, con rallas, otros grises y peludos, otros negros y misteriosos. Pasaban la tarde haciéndole compañía a la viejecita, y a donde fuera que fuese ellos iban con ella.
            La viejecita disfrutaba muchísimo de ir a tejer a distintos lugares con distintos paisajes, disfrutar del aire fresco y hacer nuevas prendas para sus nietos, algunas para sus gatos, y otras tantas para decorar su acogedora casa.
            Todos los gatos eran muy felices, todos excepto por uno.
            El pobrecito gatito era un gato muy extraño. Mientras que todos se iban a esconder el día de baño, él se quedaba afuera, contento, esperando con ansias el agua. Mientras que todos se quedaban dentro los días de lluvia a un lado de la chimenea, él salía a jugar toda la tarde, salpicando en los charcos. No es de extrañarse que los demás gatos pensaran que él era un loco de remate y siempre le decían que su loco sueño de nadar nunca se iba a cumplir.
            Cuando la viejecita les servía su comida, todos los gatos lo empujaban y hacían que fuese el último en comer. Cuando la viejecita se sentaba a tejer en el jardín, todos corrían para sentarse en su regazo, y rara vez le tocaba a él la oportunidad de hacerlo.
            Pero claro, la viejecita siempre encontraba momentos para hacerlo sentir querido.
            Así era su vida, hasta un día en que la viejecita había salido a tejer al parque. Sentada en una banca a la orilla del río y con todos sus gatitos a sus pies, se encontraba muy contenta haciendo una bufanda para su nieta. El gatito loco en lo mientras estaba viendo fijamente el agua, contento de estar tan cerca de ella. Cuando de pronto, de la nada una fuertísima ráfaga de viento los sacudió a todos… y la bola de estambre de la viejecita salió volando hasta la corriente. Ella trató de perseguirla y de agarrarla, pero no pudo, todos los gatitos empezaron a maullar y trataron de atraparla antes de que cayera en el agua, pero nadie pudo sostener la bola de estambre.
            Y entonces el gatito se lanzó al agua.
            Todos los demás gatos maullaron, asustados por él. El agua se lo llevó con fuerza y apenas y podía mantenerse a flote. Lo único que podía pensar era que los otros gatos tenían razón, y que él nunca iba a poder nadar. El agua lo estaba hundiendo… cuando de pronto, pudo abrir los ojos. Estaba rodeado por unos… peces extremadamente peculiares. Lo veían preocupados, y le daban empujoncitos para no dejar que su hundiera. Sus rostros tenían unos bigotes igual de largos que los suyos y ojos igual de afilados que los suyos.
            En lo mientras, los otros gatitos y la viejecita habían seguido la corriente del río por la orilla, asustados por él. Cuando de pronto, los sorprendió la vista del gatito, nadando contento, de un lado al otro del río con un montón de peces bigotudos. Cuando el gatito vio a la viejecita, corrió nadando hasta ella, con la bola de estambre en su hocico. Salió del agua para dársela, y la viejecita no pudo hacer otra cosa que abrazarlo, y los otros gatitos se acercaron a frotar sus frentes contra él, contentos de verlo a salvo.

            Y siguieron viviendo felices.

sábado, 12 de julio de 2014

Aterrizaje

Sinopsis: Una mujer sufre una perdida en un avión.
Número de palabras: 1474
Clasificación: B
GéneroCuento, drama
Comentario: Éste lo escribí a partir de un ejercicio de escritura de la página writtingexercises.co.uk dónde te sugieren la base para una trama y tienes que escribirla. La que me tocó fue "Escribe sobre una reservada mujer joven. La historia comienza en un avión. ... Es una historia sobre perdida ..." no lo pongo completo porque contiene spoilers.
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Llorar en público es difícil. Por alguna razón nos avergonzamos de nuestros sentimientos y no los dejamos fluir, cuando sentimos que alguien nos puede juzgar. Por eso, encontrarse a mitad de un espacio pequeño, apretado y lleno de personas, es una de las peores cosas que le pudieron pasar aquel día. Sólo lo vence que justo antes de apagar su celular para el despegue, contestó una llamada, que le informó sobre la muerte de su prometido. Sus ojos, abiertos como platos, se desenfocaron, al inundarse con lagrimas. Se llevó una mano a la boca, cubriendo su expresión de sorpresa, y luego, agachando la cabeza y subiendo sus dedos hasta su frente, cubrió su angustia. Con los ojos apretados, sintió la mano de la aeromoza posarse sobre su hombro y luego el aire tibio de su susurro, pidiéndole que apagara el celular. Respiró profundo, se relamió los labios y removió la mano de su rostro. Asintió con la cabeza, regresando su atención a la llamada, se despidió de la mujer que nunca llegaría a ser su cuñada, colgó y apagó el celular.
Guardó su celular en su bolso de mano y sacó su espejo. Las lagrimas no habían bajado de sus ojos, tenía el maquillaje entero y lo único que realmente delataba su tristeza era el seño fruncido, así que decidió respirar profundo, contar hasta diez y tratar de no mirar a la persona sentada a su derecha, ni a la del otro lado del pasillo, que, naturalmente, la miraban preocupados.
El avión alzó vuelo. Le zumbaron los oídos durante las primeras millas y, para cuando llegó a su altitud requerida, se taparon. Abrió los ojos nuevamente y miró la ventanilla, tratando de evitar la mirada del viejo de barba blanca que no había dejado de mirarla. Respiró profundo y volvió su cabeza al frente, con la mirada perdida, recargó su espalda sobre el respaldo y sintió sus hombros caer, rendidos ante la tensión que había sentido en un principio. Su mente se quedó en blanco durante la primer hora del vuelo y sus ojos concentrados en una mancha en su uña.
Alcanzó dos horas con cuarentaisiete minutos y dos segundos antes de que su cuerpo volviese a reaccionar.
Lo primero que tembló, fueron sus hombros, cuando una respiración se precipitó de forma descontrolada por su tráquea. Luego fueron los labios. Tragó saliva y siguieron sus ojos. Su ceño se frunció y sus hombros se echaron hacía delante, junto con toda su columna. El ardor en sus ojos era demasiado, y por más que intentó mirar hacia el frente y olvidar el dolor punzante en su corazón, se llenaron de lagrimas. Se desbordaron en sus mejillas y tuvo que morder sus labios, bajar la mirada al suelo y apretar los ojos, siendo demasiado consiente de las miradas enfocadas en ella. Subió su mano, hecha puño, hasta su boca y mordió su índice. Su otra mano abrazó su propio cuerpo, sus rodillas se juntaron, tan apretadas que era doloroso, y aunque sus tobillos trataron de hacer lo mismo, su bolso de mano se los impidió.
Pasaron segundos, y ella sintió horas.
Tras una inhalación exitosa, sus hombros suspendieron el movimiento por suficiente tiempo como para que alcanzara su bolso con una mano temblorosa. Primero, lo llevó hasta su pecho, abrazándolo con fuerza y sin abrir su ojos. Luego respiró profundo y esperó unos segundos con el aire dentro. No se molestó en contar. Se pasó del diez por tres segundos.
Cuando abrió los ojos, trató de concentrarse en el bolso. Trató de fingir que no había pasado nada. Trató de sacar algo de ahí, lo que fuera, una menta, un lápiz, un rímel, algo, que pudiera distraer sus dedos temblorosos y su mente destruida. Pero en cuanto abrió el bolso, se encontró con el espejo que él le había regalado. Sus hombros se volvieron a sacudir. Buscó entre los pliegues oscuros que componían el interior de su bolsa. Un post-it con el nombre de su hotel, escrito por el, una pluma fuente, regalo de cumpleaños, su cartera, navidad. Todo le recordaba a él. El dolor se convirtió en coraje, y el deseo de marcar su número, de ser recibida por su voz, y gritarle por haber sido tan estúpido empezó a crecer en su pecho. Dio un golpe al bolso, pero a pesar del enojo, no lo soltó. Lo apretó con fuerza. Y de pronto, ya había llegado.
El hombre a su derecha le tuvo paciencia. Tardó más de lo necesario en darse cuenta de que tenía que levantarse, tomar su bolso y bajar del avión. Su mente estaba desconcertada, su cuerpo estaba temblando aún, y su pulgar acariciaba una y otra vez su anillo de compromiso. Finalmente logró levantarse, y caminar fuera del avión.
Él tenía que ir por ella.
Se quedó parada a mitad del aeropuerto, con una mano cubriendo su boca, con el ceño fruncido, con su puño apretando fuertemente la correa de la bolsa y sus ojos rojos, mientras todo el resto del mundo seguía su curso.
Tenía que tomar su maleta, salir del aeropuerto, tomar un taxi, ir a casa, seguir. Tenía que continuar con su trabajo. Tendría que levantarse al día siguiente. Tendría que planear su funeral.
Y entonces su corazón se encogió dentro de su pecho, y una punzada dolorosa recorrió todos sus nervios. Levantó su bolso, para buscar su pasaporte, y vio como una, dos, tres gotas caían sobre la tela. Apretó los ojos y mordió su labio, y cuando los volvió a abrir su mirada se perdió en algún punto invisible. Cuando los enfocó, estaba viendo sus manos. Se quitó su anillo y lo guardó en el bolso. Levantó la mirada y caminó a buscar su maleta.
La recibió prontamente, no se preocupó por revisar que estuviera en orden, y la llevó consigo a un baño. Buscó el baño más recóndito que pudo, el menos accesible, mientras su corazón latía con dolor y sus manos temblaban. Una vez dentro, esperó a que estuviera vacío. Dejó su bolso de mano a su izquierda y levantó su maleta encima de los lavabos y la abrió, completamente concentrada en su actividad. Esculcó entre sus cosas, frustrada al no encontrar lo que quería, aventó algunas cosas detrás suyo, removió todo su interior, hasta que encontró su rastrillo.
Se arremangó su camisa. Su respiración era aleatoria y hacía que su pecho se hinchase y deshinchase de forma pesada. Sus manos temblaban. Sin dejar de mirar la navaja del rastrillo, estiró su mano hacía su bolso, para tener lo que más la acercaba a él a su lado mientras hacía esto. Su mano tocó la baldosa del baño. Buscó a ciegas. Baldosa. Despegó la mirada de donde estaba y al mirar a su izquierda se dio cuenta de la ausencia del bolso en el espacio donde lo había dejado. El rastrillo cayó de su mano y dio un paso hacía delante. Buscó entre las cosas que había sacado de su mochila. Buscó debajo de los lavabos. Buscó incluso en los retretes. No estaba. La habían tomado.
Se llevó sus manos a su cabello y jaló. Apretó los ojos y sintió como más lagrimas caían sobre sus mejillas. Y trató de pensar, ¿qué estaba en el bolso?
¿Qué estaba en el bolso?
¿Qué estaba en el bolso?
No lo recordaba. No podía recordar qué estaba en el maldito bolso. Estaban los recuerdos del amor de su vida, de la persona que le había iluminado las mañanas más oscuras y le había dado cariño y afecto y ternura y todo lo que siempre había querido. Pero no recordaba qué objetos eran. Entonces pensó: “hay uno que es más importante que los otros, ese no lo puedo haber olvidado.” Pensó, y pensó. No recordaba cuál era. No recordaba nada de lo que estaba dentro del bolso. Se pasó sus manos a su cadera y empezó a ir y venir por el pasillo del baño, tratando de recordar qué era aquella cosa tan especial que le había dado aquel hombre tan especial.
Tenía que ser algo que le hubiese dado él… ¿Un regalo? Se acordó de aquel cumpleaños en que se olvidó de comprarle algo porque estaba viendo un partido de fútbol. ¿Una nota de amor? En palabras de él: eso era ridículo.
Se detuvo y subió su mano hasta su boca. Se quedó quieta, con sus largos y finos dedos acariciando sus labios mientras pensaba. Apretó los ojos y se rió de sí misma. Estaba llorando de nuevo, sin dolor, sólo lagrimas. Lagrimas que parecían lluvia en su rostro.
Miró el espejo y se rió más. Estaba hecha un mar de lagrimas con una sonrisa en la boca, su maleta desbaratada, con el bolso robado y sin anillo de compromiso.
Arregló su maleta, sin molestarse por guardar el rastrillo, y salió del baño, con dirección a la estación de taxis. 
Tenía que planear un funeral. 

miércoles, 29 de enero de 2014

Oh captain, my captain: from a poem by Walt Whitman

Sinopsis: "Oh Capitan, mi capitan: desde un poema de Walt Whitman." Un poema, en inglés, que escribí para un tipo de capitán muy distinto al de Whitman.
Número de palabras: 439
Clasificación: B
GéneroPoema
Comentario: Si logro hacerme tiempo pronto, haré una traducción. Por lo mientras me disculpo con aquellos que no manejen el inglés. 

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Oh captain, my captain
You’re so proud of us
And so hopeful

Oh captain my captain
You’re so full of faith in us
And thus don’t see how full of shit you are too

Oh captain, my captain
You want to protect us from war
And don’t see how tainted we already are

Oh captain, my captain
You think we’re full of light
And don’t realize that cruelty is inherent to us
To us soldiers in this land of growth

Oh captain my captain
You think so good of us
And don’t see how bad we’ve fallen already

In this war that is life
Pain is more natural than love
And we rot to gun powder
And bleed from open wounds
That our own allies left open

Oh captain, my captain
We’re not as pure as you think we are
You wanted to avoid teaching us about war
You wanted to conceal the pain
To erase the screams, to hide the world
You wanted our happiness, freedom, and smiles
So you lied, lied, lied

You yelled at us and got us deaf to noise
You distracted our sight, blinding us from truth
You grabbed us tight and acted cruel
So we would think that the worse would come from you

But oh captain, my dear captain
We were so blind and deaf and senseless
We didn’t saw the real pain getting closer
Some of us didn’t realize
Some of us were wounded
Because we trusted you
And each other

Oh captain, my captain
If you knew
The pain came from within
From our own trenches
My own mates became so blind
They confused one another with the enemy

Oh captain my captain
Blood fell everywhere

Oh captain, my captain
Screams were heard again

Oh captain, my captain
Everything was happening at once
And it was sad and it hurt
Thank god that some of them
Were senseless enough
That they did not feel the pain

But when they start
To feel their heart beat again
When they feel their skin again
And see the negative space where limbs once were
And smell the rotting odor of their own skin
Putrefying since the battle they didn’t realize was happening
Because of that glorious anesthesia of yours

They’ll cry

And oh captain, my captain
You were right there
Oh captain my captain
You were right there
Making us forget the world
You were right there before we fell
And oh captain, my captain
You didn’t lift up your arms to catch us.