Sinopsis: Una joven bruja invoca a un poderoso hombre muerto.
Número
de palabras: 1194
Clasificación: A
Género: Fantasía
Comentario: Gracias a los comics de Phobs descubrí a Batu, el conquistador mongol de Rusia, nieto de Gengis Kan y básicamente me he enamorado de él. Aunque es una especie de tributo a este magnifico personaje histórico, no tiene nada que ver con hechos históricos mi cuento aquí presente.
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Confiar en fantasmas no es fácil.
Pero a veces no queda otra alternativa. La primera vez que una bruja habla con
una de esas criaturas sufre de un tremendo escalofrío bajando por su espalda y
un sudor frío que baja por su frente. Todas las brujas tienen que hablar con
fantasmas alguna vez, sin importar si son buenas o malas.
Jeny
habló con su primer fantasma un día que no sabía qué hacer. Invocar espíritus
siempre le había costado trabajo, pero aquella vez estaba en un verdadero
apuro. Se mordía los labios y tenía el maquillaje pintando unas tristes
lagrimas negras sobre sus mejillas. Había llorado toda la tarde y ahora, sólo
le quedaba una opción. Revisó su libro de invocaciones.
“Espíritus
débiles:” decía, “gente que murió en paz o con carencias mínimas.”, no, eso no
iba a servir.
“Espíritus
medios: pecadores y santos que tuvieron tanto peso sobre sus hombros que al
morir el mundo cambió por la falta de sus presencias”. Tal vez le servirían…
pero…
Era mejor no
dejar cabos sueltos. “Espíritus poderosos:” leyó, “Pecadores y santos que
durante sus vidas hicieron tanto con tal convicción y bajo tal peso, que la
línea entre los unos y los otros se borro, hicieron tanto bien como mal y sólo
la historia y Dios los juzgará.”
Copió en una
hoja de papel amarillento el pentagrama necesario para su invocación y las
palabras las escribió en la palma de su mano. Salió al jardín y dibujo los
símbolos arcanos con sal. Sólo la miraba su gato, Negro, y la luna. Respiró
profundo y comenzó a pronunciar las ligeras palabras mágicas que flotaban en el
viento. La sal comenzó a resplandecer.
- Oh espíritus del olvido
Les ruego escuchen mi voz
Que trae un triste recuerdo
Desde el mundo de luz
En donde me encuentro
Hay gran peligro
Y pido auxilio vuestro
A cambio de mi todo
A cambio de mi mundo
A cambio de lo que pidas
Yo te invoco
Oh poderoso…
Batu Kan.
Sus huesos
temblaron al decir el nombre del espíritu invocado. La tierra retumbó. Negro
salió corriendo a esconderse detrás de su bolsa de comida. La sal que estaba en
el suelo comenzó a levantarse en un tornado invertido y lentamente fue
perdiendo forma para pasar a ser una nube blanca y porosa, de entre la blancura
lentamente fue saliendo la silueta de un hombre fuerte, alto, y vestido con
ropajes exóticos.
- ¿Quién ha
osado llamarme? – dijo con voz fuerte la silueta.
Jeny dio un
paso adelante.
- Y-yo, su
majestad – dijo tímidamente.
La sal bajó al
suelo, mostrando la figura completa de Batu.
- Normalmente
ustedes brujas invocan a mi abuelo… nunca a mi – Dijo recordando su genealogía
con Gengis Kan.
- Es que su
abuelo, su majestad, me da miedo – Logró tartamudear. – Además, - dijo con una
voz más clara. – ¡Usted conquistó Rusia! ¡Eso no tiene comparación!
Batu sólo
sonrió, complacido al escuchar esto.
- ¿Para qué me
has llamado, jovencita? No pareces ser mayor de quince años, ¿o es esa otra de
tus magias?
- No. Sólo
tengo catorce.
- Sorprendente
- dijo con una sonrisa en su cara. – Tienes un gran poder si has sido capaz de
sacarme de mi letargo tú sola – y dio una única palmada. – Admiro su poder,
joven bruja. Debes de ser una prodigia, no me sorprendería escuchar que tienes
aspiraciones grandes para tu edad… ¿es por esto por lo que me has llamado?
Jeny se
sonrojó enormemente y estuvo a punto de ahogarse con sus propias palabras.
- ¿Jovencita?
– dijo Batu algo impaciente.
- No. – dijo
tartamudeando.
- ¿Cuál es la
razón por la que te has atrevido a invocarme? – vociferó el conquistador
mientras su espíritu cobraba la forma de un demonio.
- ¡No, no!
¡Esperé! ¡Ya le digo! Lo siento, lo siento mucho. – dijo mientras comenzaba a
lagrimear.
Al ver esto
Batu se calmó, sin poder soportar el peso de hacer a una jovencita llorar.
- Es que… -
volvió a comenzar Jeny entre tartamudeos. – Es que…
- ¡¿Es que
qué?! – Gritó Batu.
- ¡¡¿Cómo hago para que un muchacho me quiera?!!
– gritó finalmente, dejando a Batu perplejo.
- ¿Cómo? –
dijo con un tono raro, incluso… asustado.
- El muchacho
con el que quería salir me dejó plantada. Y cuando hablé con él… él… él me dijo
que era demasiado rara. Y… y… y… y yo lo se. Pero… ¡pero fue muy cruel!
Batu no sabía
qué decir.
- Yo… no le
quería preguntar a ningún fantasma tonto… porque, ¿qué tal que eran igual de
tontos que ese muchacho? Pero si los fantasmas más fuertes todos eran gente muy
seria y que ni siquiera conocía… y a los únicos que conocía eran a los
espíritus fuertes. Perdón – dijo viendo de reojo a Batu mientras apretaba la
falda de su vestido.
- ¿Pero por
qué no invocaste a una mujer?
- ¡Porque
quiero la opinión de un hombre! Tú eres hombre, ¿por qué ese muchacho me hizo
eso?
De
nuevo Batu estaba en blanco.
-
Yo no puedo saber eso.
-
Pero fuiste un gran conquistador, y eres fuerte, y guapo, e inteligente, debes
de saber.
De
pronto Batu sintió algo que no había sentido en ochocientos años, vergüenza.
Sus mejillas se colorearon tanto como cuando estaba vivo y el corazón muerto y
comido por los gusanos que tenía le saltó. Se quedó pensando por un largo rato
con la mano en la barbilla y mirando al cielo. Jeny se sentó en frente de él y
esperó.
-
Eres una bruja muy poderosa – dijo finalmente después de largos minutos. –
Puede ser que te tenga miedo. – Jeny lo miraba entristecida. – No es que tenga
algo de malo ser una bruja ni mucho menos, en Rusia y en mi imperio los
chamanes y hechiceros siempre fueron muy importantes.
-
¿Cómo Teb-Tengri?
-
Exacto, como Teb-Tengri. – Se volvió a quedar pensando. – Mira, la verdad es
que creo que no soy el mejor para este tipo de consejos. Pero te diré algo,
tienes un gran poder que podría cambiar la historia, pero no creo que sea el
camino adecuado para amar a alguien. No creo que llamando a espíritus poderosos
baste para resolver tus dudas. Mis problemas los traté de resolver con mi
propia fuerza… y aprendí, tal vez demasiado tarde, que no todo el mundo es un
campo de batalla.
Jeny
asintió con la cabeza, sin saber muy bien qué más decir. Batu sonrió y también
guardó silencio, esperando alguna respuesta de la bruja.
-
Gracias – dijo finalmente la bruja. – Creo que tienes razón.
-
No todos temían a Teb-Tengri, no todos te temerán a ti – dijo sonriéndole a la
pequeña niña. – Ahora que he respondido a tu pregunta, es tiempo de que me
vaya.
-
¡No! – dijo de pronto Jeny, con demasiada fuerza para su propio gusto,
asustando al poderoso espíritu. – Quédate, por favor – dijo bajando mucho más
el volumen de su voz.
-
¿Otra pregunta? – Dijo Batu
-
Cuéntame de cómo conquistaste Rusia.
-
Está bien. – Dijo el conquistador mientras se sentaba en frente de la pequeña
niña y su gato, y comenzó a contar su historia.