sábado, 28 de julio de 2012

La primera de muchas visitas


Sinopsis: Una joven bruja invoca a un poderoso hombre muerto. 
Número de palabras: 1194
Clasificación: A
Género: Fantasía
Comentario: Gracias a los comics de Phobs descubrí a Batu, el conquistador mongol de Rusia, nieto de Gengis Kan y básicamente me he enamorado de él. Aunque es una especie de tributo a este magnifico personaje histórico, no tiene nada que ver con hechos históricos mi cuento aquí presente.
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Confiar en fantasmas no es fácil. Pero a veces no queda otra alternativa. La primera vez que una bruja habla con una de esas criaturas sufre de un tremendo escalofrío bajando por su espalda y un sudor frío que baja por su frente. Todas las brujas tienen que hablar con fantasmas alguna vez, sin importar si son buenas o malas.

Jeny habló con su primer fantasma un día que no sabía qué hacer. Invocar espíritus siempre le había costado trabajo, pero aquella vez estaba en un verdadero apuro. Se mordía los labios y tenía el maquillaje pintando unas tristes lagrimas negras sobre sus mejillas. Había llorado toda la tarde y ahora, sólo le quedaba una opción. Revisó su libro de invocaciones.
“Espíritus débiles:” decía, “gente que murió en paz o con carencias mínimas.”, no, eso no iba a servir.
“Espíritus medios: pecadores y santos que tuvieron tanto peso sobre sus hombros que al morir el mundo cambió por la falta de sus presencias”. Tal vez le servirían… pero…
Era mejor no dejar cabos sueltos. “Espíritus poderosos:” leyó, “Pecadores y santos que durante sus vidas hicieron tanto con tal convicción y bajo tal peso, que la línea entre los unos y los otros se borro, hicieron tanto bien como mal y sólo la historia y Dios los juzgará.”
Copió en una hoja de papel amarillento el pentagrama necesario para su invocación y las palabras las escribió en la palma de su mano. Salió al jardín y dibujo los símbolos arcanos con sal. Sólo la miraba su gato, Negro, y la luna. Respiró profundo y comenzó a pronunciar las ligeras palabras mágicas que flotaban en el viento. La sal comenzó a resplandecer.
- Oh espíritus del olvido
Les ruego escuchen mi voz
Que trae un triste recuerdo
Desde el mundo de luz
En donde me encuentro
Hay gran peligro
Y pido auxilio vuestro
A cambio de mi todo
A cambio de mi mundo
A cambio de lo que pidas
Yo te invoco
Oh poderoso…
Batu Kan.
Sus huesos temblaron al decir el nombre del espíritu invocado. La tierra retumbó. Negro salió corriendo a esconderse detrás de su bolsa de comida. La sal que estaba en el suelo comenzó a levantarse en un tornado invertido y lentamente fue perdiendo forma para pasar a ser una nube blanca y porosa, de entre la blancura lentamente fue saliendo la silueta de un hombre fuerte, alto, y vestido con ropajes exóticos.
- ¿Quién ha osado llamarme? – dijo con voz fuerte la silueta.
Jeny dio un paso adelante.
- Y-yo, su majestad – dijo tímidamente.
La sal bajó al suelo, mostrando la figura completa de Batu.
- Normalmente ustedes brujas invocan a mi abuelo… nunca a mi – Dijo recordando su genealogía con Gengis Kan.
- Es que su abuelo, su majestad, me da miedo – Logró tartamudear. – Además, - dijo con una voz más clara. – ¡Usted conquistó Rusia! ¡Eso no tiene comparación!
Batu sólo sonrió, complacido al escuchar esto.
- ¿Para qué me has llamado, jovencita? No pareces ser mayor de quince años, ¿o es esa otra de tus magias?
- No. Sólo tengo catorce.
- Sorprendente - dijo con una sonrisa en su cara. – Tienes un gran poder si has sido capaz de sacarme de mi letargo tú sola – y dio una única palmada. – Admiro su poder, joven bruja. Debes de ser una prodigia, no me sorprendería escuchar que tienes aspiraciones grandes para tu edad… ¿es por esto por lo que me has llamado?
Jeny se sonrojó enormemente y estuvo a punto de ahogarse con sus propias palabras.
- ¿Jovencita? – dijo Batu algo impaciente.
- No. – dijo tartamudeando.
- ¿Cuál es la razón por la que te has atrevido a invocarme? – vociferó el conquistador mientras su espíritu cobraba la forma de un demonio.
- ¡No, no! ¡Esperé! ¡Ya le digo! Lo siento, lo siento mucho. – dijo mientras comenzaba a lagrimear.
Al ver esto Batu se calmó, sin poder soportar el peso de hacer a una jovencita llorar.
- Es que… - volvió a comenzar Jeny entre tartamudeos. – Es que…
- ¡¿Es que qué?! – Gritó Batu.
- ¡¡¿Cómo hago para que un muchacho me quiera?!! – gritó finalmente, dejando a Batu perplejo.
- ¿Cómo? – dijo con un tono raro, incluso… asustado.
- El muchacho con el que quería salir me dejó plantada. Y cuando hablé con él… él… él me dijo que era demasiado rara. Y… y… y… y yo lo se. Pero… ¡pero fue muy cruel!
Batu no sabía qué decir.
- Yo… no le quería preguntar a ningún fantasma tonto… porque, ¿qué tal que eran igual de tontos que ese muchacho? Pero si los fantasmas más fuertes todos eran gente muy seria y que ni siquiera conocía… y a los únicos que conocía eran a los espíritus fuertes. Perdón – dijo viendo de reojo a Batu mientras apretaba la falda de su vestido.
- ¿Pero por qué no invocaste a una mujer?
- ¡Porque quiero la opinión de un hombre! Tú eres hombre, ¿por qué ese muchacho me hizo eso?
De nuevo Batu estaba en blanco.
- Yo no puedo saber eso.
- Pero fuiste un gran conquistador, y eres fuerte, y guapo, e inteligente, debes de saber.
De pronto Batu sintió algo que no había sentido en ochocientos años, vergüenza. Sus mejillas se colorearon tanto como cuando estaba vivo y el corazón muerto y comido por los gusanos que tenía le saltó. Se quedó pensando por un largo rato con la mano en la barbilla y mirando al cielo. Jeny se sentó en frente de él y esperó.
- Eres una bruja muy poderosa – dijo finalmente después de largos minutos. – Puede ser que te tenga miedo. – Jeny lo miraba entristecida. – No es que tenga algo de malo ser una bruja ni mucho menos, en Rusia y en mi imperio los chamanes y hechiceros siempre fueron muy importantes.
- ¿Cómo Teb-Tengri?
- Exacto, como Teb-Tengri. – Se volvió a quedar pensando. – Mira, la verdad es que creo que no soy el mejor para este tipo de consejos. Pero te diré algo, tienes un gran poder que podría cambiar la historia, pero no creo que sea el camino adecuado para amar a alguien. No creo que llamando a espíritus poderosos baste para resolver tus dudas. Mis problemas los traté de resolver con mi propia fuerza… y aprendí, tal vez demasiado tarde, que no todo el mundo es un campo de batalla.
Jeny asintió con la cabeza, sin saber muy bien qué más decir. Batu sonrió y también guardó silencio, esperando alguna respuesta de la bruja.
- Gracias – dijo finalmente la bruja. – Creo que tienes razón.
- No todos temían a Teb-Tengri, no todos te temerán a ti – dijo sonriéndole a la pequeña niña. – Ahora que he respondido a tu pregunta, es tiempo de que me vaya.
- ¡No! – dijo de pronto Jeny, con demasiada fuerza para su propio gusto, asustando al poderoso espíritu. – Quédate, por favor – dijo bajando mucho más el volumen de su voz.
- ¿Otra pregunta? – Dijo Batu
- Cuéntame de cómo conquistaste Rusia.
- Está bien. – Dijo el conquistador mientras se sentaba en frente de la pequeña niña y su gato, y comenzó a contar su historia. 

Cursi


Sinopsis: Un poeta es interrumpido a la mitad de su sufrimiento. 
Número de palabras: 387
Clasificación: B
Género: "Drama", Comedia
Comentario: Espero no ofender a nadie con éste cuento. Sé que hay gente que escribe con éste estilo muy sinceramente y que a veces hasta lo logra sacar extremadamente bien, pero otras veces cuentos de este estilo terminan siendo tan pretenciosos. Mi intención aquí es hacer una bromita, no lo tomen nada serio, porque la verdad, yo misma escribo así ciertos días.
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Cansancio. Es todo lo que siento en una larga noche de tormenta y tormento. Mi cabeza da vuelta y vuelta en una espiral de cobardía. Lo sé. Siempre he sabido. No llego más allá que las alimañas efímeras que cabalgan mis sueños. Extraño su mirada. La mirada de aquella muchacha sensual y delicada como el cristal de artesano. Esa muchacha que me dejó hecho trizas.

Pienso en ella, pienso en ti. Eras todo lo que me mantenía de pie, lejos de las drogas y el alcohol y el morbo. Pero mostraste tu verdadera cara. Una cara de monstruo, igual que todas las mujeres. Nunca debería de haberme acercado a tu sonrisa. Pero lo hice. Me embrujaste con un cariño quimérico y me dejaste tirado en la nebulosa del adiós.

- A ver, espera – me dice una voz, distrayéndome de mi profunda disertación. – Tú no tomas.

Me habla como si fuese mi importunada conciencia. Una conciencia tan perdida dentro de sí, que regresa a aquellos tiempos en que todo era perfecto… pero no, ya no es así.

- ¿O sea que ahora sí tomas?

El torbellino de delirio y dolor causado por su ausencia me llevó a esto.

- Okay, sigue dándome respuestas indirectas. ¿Todo esto porque te cortó? ¿En serio?

Mi conciencia me sigue recordando mis dolores, llevándome dentro de mí mismo.

- No soy tu conciencia, güey. Soy tu  mejor amiga, y estoy dudándolo.

Sigo escuchando la voz de mi conciencia acrecentando mi dolor. Recordándome de mi soledad. De la soledad que provoca este mundo amargo y cruel. Este mundo monocromo con sabor a alquitrán. De este mundo donde nadie es sincero y el odio se esconde en el inconciente de todos. Es esa la razón de mi soledad. Es esa la razón por la que no poseo bienes materiales como celular… porque mis contactos estarían vacíos como el estomago de un pordiosero.

- No es el inconciente de nadie, pendejo, no tienes amigos porque eres un bruto.

¡Ahí está de nuevo! Esa voz. Diciendo. Repitiendo. Doliendo. Lastimando. Lacerando mi alma con su verdad oscura y traumática, igual que cualquier mujer. Cruel y fúnebre. El único lugar donde se ha visto jamás que no sea así, ha sido en la cocina-

- Okay. Hasta ahí quedó. No te voy a dejar que sigas pinche misógino acomplejado.